jueves, 3 de julio de 2008

Tránsito pesado.

Pasar de un barrio al centro, sea en tren, colectivo o subte, es como subir al Everest: una tarea de escaladores.
Te pisan en los medios de transporte público y si vas caminando las motos se te tiran encima. Las bocinas te aturden como en el último recital de rock al que fui.
El olor a tránsito pesado de autos y personas me supera cada vez más.
Apelaciones a los cinco sentidos: la vista, el olfato, el tacto, el oído. Solamente falta el gusto. Por suerte, hoy tenía un masticable en la boca.
En esta ciudad el sentido común, el menos común de los sentidos, ya no existe.
Y el sentido del humor tampoco.

Por suerte el sabor a menta me estimula todos los sentidos posibles y existentes.

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