jueves, 3 de julio de 2008

Tránsito pesado.

Pasar de un barrio al centro, sea en tren, colectivo o subte, es como subir al Everest: una tarea de escaladores.
Te pisan en los medios de transporte público y si vas caminando las motos se te tiran encima. Las bocinas te aturden como en el último recital de rock al que fui.
El olor a tránsito pesado de autos y personas me supera cada vez más.
Apelaciones a los cinco sentidos: la vista, el olfato, el tacto, el oído. Solamente falta el gusto. Por suerte, hoy tenía un masticable en la boca.
En esta ciudad el sentido común, el menos común de los sentidos, ya no existe.
Y el sentido del humor tampoco.

Por suerte el sabor a menta me estimula todos los sentidos posibles y existentes.

¿Dónde estamos?

viernes, 13 de junio de 2008

Cortes en la ciudad

Tenía una entrevista. Pero me quedé dormida y llegaba tarde, así que subí rápido al primer taxi que pasó. Me iba peinando y acomodaba las cosas mientras avanzábamos a paso de burrito cordobés.
- Adecéntese - decía la abuela.
En el asiento de atrás hubiera podido hacerme brushing, la planchita y maquillarme como la señora Mirtha Legrand.
El taxista con la radio a todo volumen, mientras se acomoda los anteojos, dice tranquilo:
- Toda la ciudad está igual.
Él entiende del tema: su vida es manejar por esta ciudad pero para mí que vivo en la facu o estudiando esto me desepera: el reloj marca cada vez más y adelantamos unos centímetros.
- Acá las calles son de la gente y no de los autos - dice, casi filosófico.
Unos 20 minutos después, le pago 12$, me bajo tres cuadras antes y llego, tarde, a la entrevista.

lunes, 2 de junio de 2008

Sin mapa ni plan

Creo que una clave para visitar una ciudad y que resulte un hallazgo es salir sin mapa ni plan.
Caminarte una ciudad, o un pueblo, como si estuvieses perdido. Es verdad que en algunos lugares es un riesgo, pero hay un olfato ancestral que nos ayuda a la supervivencia y nos permite lo mismo: una super vivencia.
Porque las ciudades no son únicamente lo que indican múltiples guías de turismo, ya sean humanos o libros, las ciudades son un universo que cada uno descubre o crea en su camino errante.
Creo que los pueblos y ciudades se dejan recorrer y nos llevan con su propia música por lugares insospechados.
Tiemblo o me surgen sonrisas en esas caminatas al azar. En solitario o acompañada
las calles, las esquinas o las plazas son nuevos mundos que se ofrecen a mis sentidos.
El olor de una ciudad es tan poderoso como algunas vivencias. De esta vida o de otras. Me acuerdo cuando entré por casualidad en un antiguo convento del siglo XVII en Cartagena y supe que había estado allí. En ese claustro no había sido feliz. En el patio central una fuente rodeada de flores tropicales despertaba mi memoria de otras épocas.
Habia llegado más atrás de lo previsto: sin mapa ni plan.

martes, 20 de mayo de 2008

Castigo cotidiano

El tren es un látigo de metal que se estremece en la vías.
Son las 11 de la noche y no hay demasiada gente. La mirada recorre el vagón: caras ajadas, con el agobio de la destrucción, secas de sueños.
Los viajeros duermen como se puede: inclinados, con los brazos en cruz, con camperas de jean y envueltos en bufandas. Un moho sutil los cubre y se convierten en estatuas muertas.
El frío cruza por las ventanillas. Imposible cerrarlas. Unas carcajadas atraviesan el aire, desde el fondo del pasillo llega la música de Arjona y más atrás una voz que anuncia: temas completos, originales, compilados.
El tren se detiene, baja una mujer petisa, encorvada; se tira en el asiento un chico con el MP3 encarnado en las orejas.
Yo silbo por dentro para soportar el olor penetrante, impiadoso que se despliega con la noche. Silbo para no pensar, para olvidarme. Silbo porque aún así, aunque todo perdure, algo deja de parecer eterno y cruel.

TREN PARA TODOS

Incluyo esta propuesta:

http://www.trenparatodos.com.ar/index.php

Me parece que es muy importante.

domingo, 18 de mayo de 2008

Somos todos unos infelices

Un requisito para ser feliz es viajar cotidianamente sin problemas.
¡¡¡Tal cual!!! Pensé cuando lo leí.
Por supuesto, ahora estoy en casa, pero si trato de leer cuando viajo por la ciudad, por ejemplo en un colectivo, no bajo por la puerta, me tiro por la ventanilla y arrastro todo conmigo: objetos, chofer y pasajeros.
Viajar y leer son (eran) para mí dos actividades simultáneas. Ahora, apenas podés viajar, tratar de leer en ese tiempo es una misiòn más que imposible.

Si el transporte público entra en la ecuación para ser feliz, en Buenos Aires somos todos unos infelices.

lunes, 12 de mayo de 2008

Requisitos para ser feliz

Según una investigación hecha en eu (prefiero mencionar así a ese territorio de América del Norte) las enfermeras son más felices que los banqueros y la felicidad está relacionada con practicar alguna religiòn, ser activo sexualmente, graduado universitario y tener un viaje corto al trabajo.

Debe haber algunos requisitos más, pero los dejo para otra ocasión.
Creo que con esta enumeración breve alcanza para abrir una lista de preguntas. ¿No?

domingo, 11 de mayo de 2008

Tarde de domingo

Ya pasó.

Superé la tardecita. Esa hora del domingo en que los suicidas (a veces) dejan de dudar.

Leí algunas cosas, pero no llegué con todo (los apuntes están apilados y siento que me "apuntan" como si fueran un 38).

Esa es mi persecución, más que la decadencia de los días.

Las fechas que se acercan y todo lo que todavía me falta leer.

No voy a dar nombres, pero con algunos textos si encuentro al autor, le disparo con el 38.


Como caminar por la Feria del Libro y darte cuenta de todo lo que no leíste. Y estás seguro de que nunca vas a llegar a leer.

Una amiga está trabajando allí en un stand, dice que la gente pregunta estupideces o tiene mala onda. Debe ser porque todos tomaron conciencia de que "El espacio del lector" es nada más que el lema de la feria y no el cerebro, el lugar que nos permite acumular lecturas.


Y gracias a algunos libros seguir viviendo, aunque tengamos el 38 cargado en la mesa de luz.

sábado, 10 de mayo de 2008

Boomerang

Todo vuelve, es una especie de precepto zen.


Lo que mandás, regresa como el objeto que inventaron los antiguos habitantes de Australia: lo arrojàs al aire y al ratito, otra vez acá.
En el subte hay un cartel que publicita una empresa de viajes. Y hay planos de los subtes de París, Nueva York, Londres y Madrid. Están ubicados de tal forma que uno podría pensar que esos son los planos del subte de Buenos Aires.
El mundo bajo tierra también tiene algo para decirnos: esos caminos posibles tienen un destino, un sentido. (¿Será lo mismo?).


Van de la Porte des Lilas a La Gran Vía y de ahí a Serrano pasando por Central Station o Heathrow.
Ahora estoy en Plaza de Miserere. No bajo aquí. En el lugar de la catástrofe. Mundo de arriba, mundo de abajo. A unos metros de Cromañón, de la avenida Corrientes, el barrio de los rusos que ahora también es de los coreanos. Tránsito caótico, luces fugaces, ese olor a urbe y un aullido de animal feroz.

El hombre en la multitud de Edgar Allan Poe. Un ser anónimo que se desliza en la muchedumbre.

Y ahí estoy recién salida de esa escalera que te sube a la superficie y te da un golpe en la cara. En el frío de mayo, la realidad como un cuchillo corta el espesor del tiempo que nos toca vivir.


Y todo vuelve. Como un boomerang.

lunes, 5 de mayo de 2008

Viajo por mí

No solamente viajamos por lugares distintos. Uno también viaja por dentro.




Y no hablo sólo del cannabis y sus posibilidades.





Digo pensarse, observar tus espacios o analizar este mismo instante. Mirás lo que tenés al lado, te acercás y ya es otra cosa.







Esta mirada diferente, desde otra vereda, con algunas reflexiones, te permite agradecer, al menos, el día de sol.







Como la doncella inca que en el Museo Arqueológico de Alta Montaña de Salta (aunque su cabecita está inclinada hacia abajo) ve a sus dioses y dice: Gracias.






Yo viajo por mí y veo a mis dioses.

¿Te va bien en Buenos Aires?

Tengo claro que no a todos les va (ni les va a ir) bien en Buenos Aires.
Pero yo sueño (creo que como mucha gente) que me puede ir bien acá.
Y por ese sueño no bailo ni patino en la tele. Sólo trato de luchar. Aunque esta ciudad sea un desierto que se llenó de cactus.
Algunas cosas me ayudan a seguir.
Hago una lista, si quieren pueden completarla:

1) Recuerdos de infancia.
2) Paisajes que aparecen apenas cerrás los ojos.
3) Una canción.
4) Algunas líneas de un poema.

viernes, 2 de mayo de 2008

No calco sobre el vidrio

La ciudad se puede leer como un dragón dormido, pero su bocanada de fuego surge fácil, casi sin querer.
Buenos Aires no es solamente la ciudad de la furia, es también la de los desterrados que vienen a vivir aquí por distintas razones. Yo vine de un pueblo de la provincia, no tenía mucha opción, si me quedaba tenía que casarme con un compañero del colegio o con el ex de una amiga. La urbe era, por lo menos, una oportunidad para intentar otra cosa.
Si vine para acá y no me va bien, me fui de la rutina y me escapé de una vida calcada. Si vine y logro alguno de mis objetivos, algo de mí puede tener valor. Para mí misma, que es lo único que importa.
Por ahora estudio y salgo. Recorro esta región de anónimos y vuelco mi destino hacia un rumbo. No sé qué pasará mañana. Bueno, mañana, sí que sé: porque es sábado.

Gracias a Dios es viernes

Hoy es viernes, como decía mi profesor de inglés: Thanks God is Friday.
Me levanto y salgo corriendo para tomar el colectivo. En la parada hay nueve personas y, a pesar de que todavía no empezó, tienen el invierno encima: bufanda, guantes y gorro. A mí me falta todo eso, pero resisto.
Subo y, como puedo, voy al pasillo. Somos mil en un lugar donde caben veinte. A las dos cuadras hay alguien atrás que me empuja mal. Despacio y mal. Ya te imaginás. Bueno, me corro para el fondo. Me sigue. En un semáforo, se separa de mí. Digo: ya está, se fue. Apenas arranca, otra vez lo mismo. No tengo lugar para darme vuelta ni correrme. El dilema es: me enamoro o le doy un codazo. No voy a decir nada, no puedo. Así, soportando un vaivén de amagues, rechazos, deslices llego a la esquina donde me tengo que bajar. Entonces, trato de mirarlo a la cara. Es un tipo de unos 30 años, vestido con traje y super formal. Me digo: ¿qué pasó?

jueves, 1 de mayo de 2008

Pasta al dente

Son las 8 de la mañana y tomo el subte para ir a la facultad. Todos a mi alrededor son murciélagos con una pequeña diferencia: no están colgados cabeza abajo sino cabeza arriba.
El tumulto y la vorágine de llegar tarde nos unifica. También esa sombra de no ser nadie, apenas una enorme bolsa latente que ruge, transpira y vomita un rato después en un lugar de esta ciudad.
Yo, por ejemplo, en un aula donde somos 40 y, cómodos, entran unos 25. Las paredes gritan su ideología. Es así, esto es la UBA: un espacio para estudiar afuera de la burbuja y eso tiene sus ventajas y sus miserias. No solamente estudiamos una carrera universitaria, nos formamos en la adversidad. El que sale de la UBA tiene un diploma y también el estigma de la resistencia, la fuerza para llegar hasta el final por un sinuoso camino.
El CBC es el colador más famoso. Y adentro estamos nosotros, los alumnos: algunos somos fideos y otros, agua.
Con vuelo rasante salgo por el pasillo y subo a la ciudad. Allí me espera Buenos Aires, la París sudaca. En este momento ya superó el humo del campo. lo que todavía no puede superar es el campo del humo. Ese es el que todavía la acecha.
De todos modos, hay más luz y eso me hace sonreír. Empieza mi día por donde, dicen, que comienzan y terminan todas las vidas. Un túnel oscuro y al final una lucecita.
Ya nos veremos pronto.