sábado, 10 de mayo de 2008

Boomerang

Todo vuelve, es una especie de precepto zen.


Lo que mandás, regresa como el objeto que inventaron los antiguos habitantes de Australia: lo arrojàs al aire y al ratito, otra vez acá.
En el subte hay un cartel que publicita una empresa de viajes. Y hay planos de los subtes de París, Nueva York, Londres y Madrid. Están ubicados de tal forma que uno podría pensar que esos son los planos del subte de Buenos Aires.
El mundo bajo tierra también tiene algo para decirnos: esos caminos posibles tienen un destino, un sentido. (¿Será lo mismo?).


Van de la Porte des Lilas a La Gran Vía y de ahí a Serrano pasando por Central Station o Heathrow.
Ahora estoy en Plaza de Miserere. No bajo aquí. En el lugar de la catástrofe. Mundo de arriba, mundo de abajo. A unos metros de Cromañón, de la avenida Corrientes, el barrio de los rusos que ahora también es de los coreanos. Tránsito caótico, luces fugaces, ese olor a urbe y un aullido de animal feroz.

El hombre en la multitud de Edgar Allan Poe. Un ser anónimo que se desliza en la muchedumbre.

Y ahí estoy recién salida de esa escalera que te sube a la superficie y te da un golpe en la cara. En el frío de mayo, la realidad como un cuchillo corta el espesor del tiempo que nos toca vivir.


Y todo vuelve. Como un boomerang.

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