lunes, 2 de junio de 2008

Sin mapa ni plan

Creo que una clave para visitar una ciudad y que resulte un hallazgo es salir sin mapa ni plan.
Caminarte una ciudad, o un pueblo, como si estuvieses perdido. Es verdad que en algunos lugares es un riesgo, pero hay un olfato ancestral que nos ayuda a la supervivencia y nos permite lo mismo: una super vivencia.
Porque las ciudades no son únicamente lo que indican múltiples guías de turismo, ya sean humanos o libros, las ciudades son un universo que cada uno descubre o crea en su camino errante.
Creo que los pueblos y ciudades se dejan recorrer y nos llevan con su propia música por lugares insospechados.
Tiemblo o me surgen sonrisas en esas caminatas al azar. En solitario o acompañada
las calles, las esquinas o las plazas son nuevos mundos que se ofrecen a mis sentidos.
El olor de una ciudad es tan poderoso como algunas vivencias. De esta vida o de otras. Me acuerdo cuando entré por casualidad en un antiguo convento del siglo XVII en Cartagena y supe que había estado allí. En ese claustro no había sido feliz. En el patio central una fuente rodeada de flores tropicales despertaba mi memoria de otras épocas.
Habia llegado más atrás de lo previsto: sin mapa ni plan.

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